Archivo mensual: diciembre 2015

Cuando te saluda un mierda

«Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía» (John Ruskin)

cerdiNo sé si alguna vez os ha ocurrido este caso, pero me jugaría los dos brazos a que sí. Un sujeto conocido, incluso cercano en alguno de los ambientes por los cuales os movéis, os hace a vosotros, a vuestra familia o a un amigo la cerdada del siglo y al encontrarlo un par de meses después se acerca con una sonrisa a saludaros, a preguntaros cómo os va la vida o si estáis bien y a deciros que se alegra de veros, esperando por supuesto una respuesta «educada» y cortés, como se supone que dictan las buenas maneras.

Sin embargo, hay que reconocer que a veces las buenas maneras no esconden nada más que inercias poco reflexivas basadas en la práctica habitual, y cuando uno las piensa se da cuenta de que carecen de sentido o utilidad alguna. Es lo que me ha pasado a mí con los saludos recíprocos, decidiendo hace ya tiempo dejar de utilizar este tipo de dogmas sociales pro-concordia en beneficio de conductas mucho más saludables psicológicamente que se basan en escupirle en la cara al sujeto en cuestión lo que se piensa de él.

Así que hoy, cuando me encontré con un mierdecilla al estilo Fonseca (ver video), procedí por consejo de mi psicólogo (es decir, yo) a practicar el noble ejercicio de la terapia que podríamos denominar «de liberación emocional» (os la recomiendo). [modo irónico on, no sea que se empiecen a poner nerviosillos los ilustrérrimos miembros del Colegio de Psicólogos]

En todo caso, como este blog no es lugar para el morbo y sí para reflexiones educativas, no os contaré el resto de la historia. Lo que sí os quería dejar aquí, además de mi discutible consejo sobre cómo actuar con esta gentuza, es este pensamiento que me vino al hilo de toda la historia.

El mundo sería un lugar mejor si cuando viene un miserable a saludarte después de haberse comportado de forma repugnante, no fuera de nuevo saludado como si nada hubiera pasado. Es esa mal entendida concepción de la educación la que lleva a que la gente crea que puede ser vil sin que pase nada, sin que se den resultados negativos por su mala conducta. La respuesta adecuada podría ser: a mí no me saludes porque eres un mierda. Quizás cuando muchas personas respondan de esta manera, este sujeto se dará cuenta de que tiene que cambiar porque ser un personaje basuriento tiene consecuencias. No será cívico ni responderá a las normas de urbanidad y cortesía, pero desde luego se estará realizando una tarea infinitamente más educativa.

Salud y libertad…

 

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Partido regenerador, ¿candidato tránsfuga?

«No hay contra el desleal seguro puerto / ni enemigo mayor que el encubierto» (Alonso de Ercilla y Zúñiga)

Define el diccionario de la RAE al tránsfuga como la persona que pasa de una ideología o de una colectividad a otra, denominación que se queda corta para cierto candidato naranja que en una discutible Asamblea de su antiguo partido, del que cobraba, reconoció que llevaba tiempo en conversaciones y negociaciones con otro para dar el salto, presentándose como salvapatrias de quienes veían disminuir sus perspectivas electorales, aunque toda persona cabal y sin intereses directos imaginara que lo único que pretendía era garantizar su sustento y superviviencia política.

En cualquier otro país del mundo un sujeto de este pelaje hubiera sido inmediatamente repudiado, obligado a dimitir de todo cargo público y expulsado de la vida política para siempre pero, como “Spain is different” que reza el eslogan, aquí al margen de algún ciudadano que lo increpó al grito de “traidor” por la calle cuando intentaba entregarle propaganda electoral, fue ocultado como segundón de la familia orangista que tenía que pagarle el favor de la voladura de su antiguo partido, garantizándole de nuevo la elección como diputado autonómico.

Desgraciadamente esto no es noticia, pues en España la elección de tránsfugas, imputados e incluso corruptos manifiestos ha sido práctica general durante años, demostrando que la crisis es mucho más que económica y que la clase política no deja de ser un reflejo de la propia ciudadanía, complaciente con y cómplice de este tipo de prácticas.

En cierto artículo que versa sobre la psicología del tránsfuga, se define a estos como tipos amantes de los cambios que viven sin ideología y sin compromiso, solo pendientes de aspectos tangibles como el dinero y el poder, alcanzando en ocasiones la patológica mitomanía para creerse sus propias justificaciones. Hace unos meses, el ahora candidato de Ciudadanos defendía con vehemencia y como pilar fundamental de las soluciones políticas la devolución de competencias al Estado. Sin embargo, en una entrevista realizada hace unos días en el programa La Lupa, renegaba de tal convicción afirmando que la devolución de competencias sería un caos. Ante la confrontación del cambio de tendencia, o de chaqueta, que le presentó el propio entrevistador el candidato Prendes solo pudo decir que antes estaba equivocado.

Lo verdaderamente hilarante de la situación es que un partido que ha fundamentado su estrategia de marketing en vender la regeneración como propuesta estrella de su proyecto ilusionante, camine de forma tan pública y notoria por la senda de la incoherencia. Sabemos que un porcentaje importante de voto no se rige por la vía de la razón, sino de los intereses económicos y político-partidistas o incluso por la fácilmente manipulable emocionalidad primaria. Pero aunque solo fuera porque un porcentaje tampoco desdeñable se rige por la razón, deberían tener un poco más de respeto y coherencia por los votantes. A no ser claro que los tengan en tan baja estima que piensen que este tipo de cosas no tendrá repercusión alguna.

Carta enviada a La Nueva España el día 13/12/2015 (pendiente de publicación… o no)

Salud y libertad…

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Lazos de colores

«Todas las cosas fingidas caen como flores marchitas, porque ninguna simulación puede durar largo tiempo» (Cicerón)

Hoy en twitter, iniciada ya la campaña electoral, he visto que se ha recuperado un trino emitido en Octubre de 2013 que conjuga perfectamente la política y la denuncia de la fachada moralista buscadora de aplauso fácil imperante estos días.

lazo

Y al hilo de la denuncia no he podido dejar de acordarme de un suceso que me ocurrió allá por 2ºBUP, es decir hace más de 20 añazos (cómo pasa el tiempo), cuando estudiaba en el colegio de los jesuitas, al que Dios mediante, como dicen ellos, algún día dedicaré amplias entradas y quién sabe si algo más.

ETA había cometido por entonces su enésimo atentado asesinando salvajemente a alguna víctima inocente y en el clima de mortificación reinante tocaba hacer de mimo acudiendo al habitual, y obligatorio, acto institucional del día siguiente. Sin embargo, a alguien se le ocurrió que en esa ocasión el minuto de silencio no era suficiente y que habría que acompañar el acto solemne de una eficaz y contundente actuación adicional: colgarse un lacito blanco en la solapa para mostrar el compromiso con la paz (entendida de aquella manera, ya me entienden).

Yo ya había expresado en varias ocasiones que a mí lo de los actos simbólicos sin ir más allá me parecía una soberana gilipollez. Es decir, entendía que como muestra de apoyo a las víctimas estaba bien para que socialmente se entendiera que tenían un respaldo mayoritario, pero que lo que había que hacer era dejarse de historias e implantar la cadena perpetua para que los terroristas entendieran que una sociedad (democrática o no) no permite que cuatro tontos, marionetas de cuatro bastantes más listos, se dediquen a matar a la gente para hacer el trabajo sucio que estos últimos no se atreven a realizar para no asumir consecuencias en forma de barrote.

Obviamente, decir esto en un ambiente de ñoña espiritualidad redentora a base de perdones no tenía mucho predicamento y como el mencionado perdón tampoco se estilaba mucho cuando se aplicaba a los alumnos, que recibían un capón o algo peor cuando daban por saco llevando la contraria más de la cuenta, la conversación se zanjó rápidamente: “llevas el lazo porque lo llevan todos, porque lo digo yo y punto”.

Así que hice lo único que cabía hacer. Asentí y al día siguiente acudí a clase (y al minuto de silencio) sin el lacito blanco, diciendo que se me había olvidado en casa, que era el equivalente menos sofisticado de “los deberes se los ha comido mi perro”.

La respuesta fue enviarme de vuelta a casa (jamás he entendido que tal acción pudieran entenderla como un castigo) a buscar el lacito de los cojones, con lo que dicho día me fumé la jornada escolar, apareciendo al día siguiente para seguir con las clases dejando ya de lados circos sociales para demostrar lo buenos y éticamente intachables que son los alumnos de los colegios de la Orden. No deja de ser gracioso que hace un tiempo dicho colegio de jesuitas haya implantado en su centro el Voluntariado Obligatorio para los alumnos de Bachiller. ¿Puede haber cosa más estúpida, antieducativa y falta de sentido y coherencia que un voluntariado obligatorio?

El caso es que leyendo el tweet y recordando esta anécdota he reflexionado sobre mi evolución, comprobando que me he vuelto menos beligerante con los lacitos. Supongo que con los años uno se vuelve menos intransigente y más blandito con las formas, aunque mucho más corrosivo con los fondos.

Así que aunque ya no miro con desdén al prójimo por poner el adorno, entendiendo que puede ser un simbolismo adecuado para mostrar el apoyo o la solidaridad de uno con la causa (la que sea), sigo sintiendo una gran repugnancia por buena parte de quienes lo hacen para ganar el aplauso social a costa del dolor ajeno sin tener la más mínima preocupación por el asunto ni mucho menos la más elemental intención de enfrentarse a una dificultad existente.

Las elecciones son un momento apropiado para retratarse, para comprobar quién se pone los lazos disfrazándose de dulce caja de bombones para que se le mire con gusto y quién piensa que por encima de adornos, lo importante es solucionar los problemas. Lo bueno del asunto es que solo al mirarse uno al espejo sabrá cual es su verdadera imagen.

Debido el indiscutible afán didáctico de este blog, y junto a mi desprecio, aquí dejo un vídeo imprescindible para los amantes de la impostura.

Salud y libertad…

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