«Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía» (John Ruskin)
No sé si alguna vez os ha ocurrido este caso, pero me jugaría los dos brazos a que sí. Un sujeto conocido, incluso cercano en alguno de los ambientes por los cuales os movéis, os hace a vosotros, a vuestra familia o a un amigo la cerdada del siglo y al encontrarlo un par de meses después se acerca con una sonrisa a saludaros, a preguntaros cómo os va la vida o si estáis bien y a deciros que se alegra de veros, esperando por supuesto una respuesta «educada» y cortés, como se supone que dictan las buenas maneras.
Sin embargo, hay que reconocer que a veces las buenas maneras no esconden nada más que inercias poco reflexivas basadas en la práctica habitual, y cuando uno las piensa se da cuenta de que carecen de sentido o utilidad alguna. Es lo que me ha pasado a mí con los saludos recíprocos, decidiendo hace ya tiempo dejar de utilizar este tipo de dogmas sociales pro-concordia en beneficio de conductas mucho más saludables psicológicamente que se basan en escupirle en la cara al sujeto en cuestión lo que se piensa de él.
Así que hoy, cuando me encontré con un mierdecilla al estilo Fonseca (ver video), procedí por consejo de mi psicólogo (es decir, yo) a practicar el noble ejercicio de la terapia que podríamos denominar «de liberación emocional» (os la recomiendo). [modo irónico on, no sea que se empiecen a poner nerviosillos los ilustrérrimos miembros del Colegio de Psicólogos]
En todo caso, como este blog no es lugar para el morbo y sí para reflexiones educativas, no os contaré el resto de la historia. Lo que sí os quería dejar aquí, además de mi discutible consejo sobre cómo actuar con esta gentuza, es este pensamiento que me vino al hilo de toda la historia.
El mundo sería un lugar mejor si cuando viene un miserable a saludarte después de haberse comportado de forma repugnante, no fuera de nuevo saludado como si nada hubiera pasado. Es esa mal entendida concepción de la educación la que lleva a que la gente crea que puede ser vil sin que pase nada, sin que se den resultados negativos por su mala conducta. La respuesta adecuada podría ser: a mí no me saludes porque eres un mierda. Quizás cuando muchas personas respondan de esta manera, este sujeto se dará cuenta de que tiene que cambiar porque ser un personaje basuriento tiene consecuencias. No será cívico ni responderá a las normas de urbanidad y cortesía, pero desde luego se estará realizando una tarea infinitamente más educativa.
Salud y libertad…