Archivo mensual: agosto 2015

La prueba del hijo

Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarle. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años” (Mark Twain)

Uno de los problemas con que me encuentro en consulta de cara a determinar si un hecho es adaptativo o no para un paciente (los psicólogos huimos de la dicotomía bueno/malo como de la peste), lo genera el hecho de que en muchas ocasiones ni tan siquiera la propia persona con la que se confronta la realidad de un fenómeno, sabe a ciencia cierta qué piensa de él.

Hay muchas causas que pueden influir en esto, desde el desconocimiento del porqué se hace/busca algo, hasta la existencia de variables externas que pueden influir en realizar una conducta o simple mecanismos de autoengaño como la negación o la proyección reactiva.

¿Debo mandar a la mierda a mi jefe que es lo que me apetece desde hace meses?, ¿debo decirle a mi mujer que llevo 5 años poniéndoles los cuernos con su hermana?, ¿tengo algún problema por meterme 7 cubatas al día como llevo haciendo diez años? Minucias de este tipo.

Sin embargo, una de las estrategias que sorprendentemente es más eficaz para aclarar la propia mente de las personas en terapia (recordemos que como profesionales no conviene dar respuestas cerradas o imponer nuestra verdad, sino hacer que el paciente encuentre la suya, su respuesta), consiste en algo tan simple como preguntarle: ¿Si tu hijo estuviera en tu misma situación qué te gustaría que hiciera?, ¿si tu hijo estuviera en tal situación a quién recurrirías?…

Lógicamente, esta estrategia tiene algunos inconveniente, dos fundamentalmente.

En primer lugar solamente es válida para aquellos que tienen hijos. No, no vale decir yo tengo un sobrino y lo quiero como a un hijo o cosas por el estilo. No es lo mismo, lo siento. Las emociones que subyacen a los propios pensamientos de cómo uno vive la paternidad (incluyendo la maternidad, no se vayan a poner nerviosas las feministas) son tan importantes como el propio procesamiento cognitivo y, por mucho que podamos empatizar con un padre o una madre, el tipo de amor que se genera entre padres e hijos y sus implicaciones no se puede entender plenamente hasta que se vive.

De hecho es curioso que, me tomo un aparte para comentar este aspecto, el cariño más similar en cuanto a las características de afecto y expresión que he encontrado al amor padre/hijo es el que algunas personas pueden llegar a manifestar por sus mascotas cuando llevan juntos muchos años (perros y gatos fundamentalmente). Ya sé que a los amantes moralistas del juicio ajeno les parecerá una barbaridad lo que estoy diciendo, pero desgraciadamente para la conducta humana, las emociones no se rigen ni por el juicio sumarísimo de otros ni, gracias a dios, por el juicio de lo políticamente correcto. Las emociones se tienen o no se tienen y remarcando que se trata de una semejanza, recuerdo algún caso en el que hubo que tratar el duelo patológico producido por la muerte de un animal querido. Lamento mucho que esto moleste algunos, pero quizás estos deberían plantearse entonces si están errando la pregunta y en lugar de preguntarse: ¿qué clase de persona puede amar más a un animal que a otra persona?, debieran preguntarse: ¿qué clase de humanidad hemos generado para que las personas aprecien más a los animales que a sus propios congéneres? Personalmente, de inicio desconfío de las personas a las que no les gustan los niños y los gatos.

Volviendo al tema inicial, el segundo inconveniente es que nos guste o no, hay padres a los que sus hijos les importan un auténtico bledo. Desde los que los consideran meros complementos instrumentales para sus fines, lo que lleva a sucesos desgraciados que estamos hartos de ver, hasta quienes sencillamente carecen de la capacidad de aceptar a otro, aunque sea su propio hijo, buscando clones de sí mismos para perpetuarse pero considerándolos su propiedad, no seres libres e independientes con derecho a buscar su propio camino (exclúyanse de este apartado esos momentos en que los hijos la lían parda y nos apetece estrellarlos contra una pared de hormigón. Eso entra dentro de lo «normal»).

Pero salvo estos dos inconvenientes y si se cumplen los criterios es una técnica de primera. Pasemos a la práctica. Ya comenté en varias ocasiones en el blog quién era Antonio Salas, el periodista infiltrado en grupos neonazis, poniendo este ejemplo: si un hijo suyo empezara a frecuentar estos círculos y estuviera preocupado por él y tuviera su oportunidad, ¿preguntaría a Antonio Salas que ha vivido, comido y respirado con ellos o le preguntaría a un sesudo académico que ha escrito cien libros del tema en su biblioteca tras enviar a su legión de becarios a pasar cuestionarios y entrevistas? Quizás ahí encuentre una respuesta del verdadero valor que da usted al conocimiento académico y a la Universidad como centro de saber.

¿Preferiría que su hijo fuera un consumidor abusivo de alcohol o un consumidor abusivo de cannabis? Sí, ya lo sé, ninguno de los dos, pero mójese. Ahí está su verdadera actitud ante las diferentes drogas. Si su hijo tuviera una enfermedad crónica cuyas dolencias únicamente disminuyeran con el consumo de una droga ilegal, ¿se la compraría? Ahí está su verdadero posicionamiento ante el cumplimiento de las leyes.

Si su hijo fuera víctima de bullying, el centro escolar tratara de minimizarlo u ocultarlo para salvar su imagen y las denuncias se convirtieran en procedimientos burocráticos eternos mientras su hijo recibe estopa un día sí y un día también, ¿seguiría esperando una resolución judicial o reventaría a guantazos a los bastardos que lo están atormentando? Ahí la confianza que le merece el sistema como protección de su integridad.

¿Preferiría que su hijo fuera un yupi farlopero ambicioso y podrido de dinero que vaga con absoluto desprecio de la vida ajena o preferiría que fuera un perroflauta marginal feliz que organiza talleres gratuitos y pulula haciendo malabares libremente de ciudad en ciudad? Ahí su criterio sobre el valor del dinero.

Desde los casos más extremos hasta las simplezas más absolutas es un buen punto de referencia. Dejo la recomendación para quien pueda considerarla de utilidad.

Salud y libertad

1 comentario

Archivado bajo Psicología

Carta de Ancerverus a Lucifer

“Nacer es solamente comenzar a morir”

Saludos Luci:

Perdona la cercanía pero ya eres como de la familia, así que no me tomes a mal el exceso de confianza, que además te acerca homónimamente a mi mujer, cuyo parecido en sus momentos de indignación seguro que va más allá del simple nombre.

Llevaba tiempo pensando en escribirte como buen compañero de celda, pero con toda la morfina que nos inyectan para embotar los sentidos he querido esperar a tener el pulso firme y la cabeza despejada. Qué menos se merece un rey, o un dios, aunque para algunos hayas caído en desgracia.

Reconozco que durante un tiempo yo tampoco te tuve en alta estima. Conmigo también coló desde el principio la estrategia de convertirte en cabeza de turco de todos los males del mundo, dicho sea de paso con principios bastante ilógicos. Es decir, perdiste la guerra angelical, te confinaron en una celda en el Infierno, pero eso sí, los males del mundo creado por el tío que venció son responsabilidad tuya. Hombre, es extraño: si caíste derrotado en la batalla, buen intento y si triunfaste te podremos achacar culpas, pero las dos cosas… complicado.

Así que hay que reconocer que te endosaron con maestría el papel de chivo expiatorio que utilizan todos los grupos cuando quieren generar cohesión en los suyos y desviar la atención de su propia basura. No te culpes, miles o millones de años después la estrategia de crear un enemigo al que echar toda la mierda sigue siendo igual de eficaz, está en plena forma y funciona con la precisión de un reloj suizo.

Pero superado al menos mi propio proceso de adoctrinamiento y esculpido cerebral, ahora quiero darte las gracias por haberte enfrentado al sistema esclavista tal como hiciste. Siento empatía y mucha simpatía por los incomprendidos de noble intención, por los valientes desterrados y derrotados, aunque otros sibilinamente definan su enfrentamiento a los dogmas ajenos como el mal supremo.

Como Prometeo, que robó el fuego para ayudar a sus creaciones, tú mismo, que cometiste el terrible delito de querer dotar de conocimiento y libertad a los seres humanos, lo único que obtuviste como premio fue un profundo desprecio y severos castigos.

Ambos sabíais a lo que os enfrentabais y erais conscientes de la escasa probabilidad de éxito pero aun así lo hicisteis porque era lo que creíais que había que hacer y porque seguramente os queríais dar el gustazo de patear el pomposo culo de quien dirigía el cotarro con la prepotencia, arrogancia y soberbia de un dios temporal que subyuga con mano de hierro a sus súbditos esclavizados. Ese que además pretende que le alaben y adoren por su benevolencia y misericordia mientras te aprieta los huevos.

Es una bella alegoría del mismo destino que espera a quien tiene una intención real de cambiar este mundo nauseabundo de hoy que tu adversario creó y pretenden achacarte. Al estilo del mejor político, qué mejor que tener un esbirro para endosarle sus errores.

Porque tu problema en gran medida es de mala prensa. Y es complicado darle la vuelta a una información sostenida y difundida durante tanto tiempo y de forma tan machaconamente repetida por los medios oficiales. Ya lo decía Göbbels: “repite una mentira mil veces y se convertirá en una verdad” y si además tienes todos los medios de difusión bajo control, darle la vuelta es poco menos que misión imposible por muchos community manager que se pongan a tu vicio o a tu servicio en twitter.

Ya ves que bajando a los infiernos, cruzando el paraíso o en este insignificante teatro social poco cambian las cosas. El mundo de imágenes creado para cegar la realidad en que viven los habitantes de cada mundo puede variar, pero la única Verdad es su sometimiento a las normas de otro, al menos hasta que uno descubre de qué va el tinglado y decide inmolarse jodiendo su pequeña zona de confort para luchar, sin futuro ni perspectiva de éxito, solo porque como dice Loquillo: “la vida le quema”.

Así que te voy a contar cómo van las cosas por aquí. Las élites de este circo han creado un concepto bastante estúpido para envolver con oscuras ensoñaciones la lúcida mente de las gentes. Felicidad lo llaman. Sí, rómpete la caja, en este mundo de dios, o de dioses, han conseguido vender que uno puede ser feliz teniendo una casa más grande, un coche más grande, una tele más grande, una cuenta más grande y, joder, hasta una polla más grande. No, no es metafórico, hay hasta aparatos que se supone te estiran el cimbel unos centímetros. Los faltos de originalidad amantes del mete-saca creo que están encantados. Parece que la ponzoña, el hambre, las traiciones, el matarse por 5 céntimos, toda la escoria que nos rodea simplemente desaparece de la vista ante una polla enorme y un poco de telebasura si es en 50 pulgadas.

Recuerdo con frecuencia aquella frase de Gustavo Bueno cuando decía que no se detendría delante de alguien que dijera que es feliz ni para escupirle. Porque sinceramente para definirse como tal en este mundo nuestro hay que ser o profundamente imbécil (además de desinformado) o un grandísimo hijo de puta.

Se vive en una película. Ha calado hondo la intención de hacer vivir a los demás en el pasado y en el futuro, donde sea y cuando sea, menos aquí y ahora. Por eso la ansiedad, que no deja de ser anticipar el futuro, y la depresión, revivir constantemente el pasado, son las enfermedades de moda. Así pasa la vida sin camino, centrada en metas irreales o en caminos que no se han encontrado. Todo para que nadie pueda abrir su propio sendero. Es demasiado peligroso para el sistema.

Y como estrategia adicional para esta ficción, tabúes por todos lados: el dolor, el sufrimiento, la muerte… no existen. De forma permanente se trata de ocultar estas emociones a los ojos de ovejillas a las que se presupone demasiado estúpidas como para entenderlas y demasiado frágiles como para afrontarlas, al menos hasta que es demasiado tarde y se dan con ellas de bruces. Tan tarde que ya nada pueden hacer salvo darles la bienvenida y partir al otro mundo. Un adiós sin dar por culo. Estrategia perfecta.

Porque incluso si la simple visión de la realidad mostrara el sufrimiento como parte inherente de la vida o la muerte como proceso natural, caería la careta del espectáculo. En eso llevan mucho adelanto los góticos, esos de la tribu urbana que llevan camisetas con tu cara y que viven teniendo presente la muerte como medio para sacar el máximo potencial a su vida. Quienes entienden que incluso en las sensaciones dolorosas uno puede disfrutar el hecho de sentirse vivo. Huyendo de la mortificación y el martirio victimista al estilo cristiano, pero disfrutando de las emociones humanas, también las negativas, donde está la esencia plena de la vitalidad: una canción nostálgica tras una ruptura, un aprendizaje tras un proceso traumático o un brindis en la muerte de un amigo para celebrar el haberle conocido.

Vivir las emociones aceptándolas intensamente pero sin entrar en el terreno de la autodestrucción. Camino peligroso que te puede llevar desde un inicio prometedor…

antoniovega

hasta un triste final donde vence el sufrimiento

Pero es interesante hablar de destrucción, porque a pesar de que mi anterior reflexión pueda parecer vulgarmente sentimental, nada hay más lejos de mi intención. De nuevo no se trata de aceptar las emociones negativas con sufrida resignación cristiana, sino de no temerlas por miedo a ese futuro cinematográfico que pretenden que construyamos.

Hace poco hablaba con un amigo sobre los principios que guían al ser humano y llegamos a la conclusión de que al final todo se reduce a dos tipos de personas, las que pasan por este mundo intentando facilitar o hacer más llevadera la vida al resto, o los miserables narcisistas que quieren sentirse más y mejores jodiendo al prójimo, pisando la cabeza de otros para compensar sus sentimientos de inferioridad y sus complejos.

Es en este punto donde ya no vale la impostada seguridad de normas sociales absurdas para mantener el status quo. Siguiendo tu ejemplo quizás ha llegado el momento de decir basta a una moralidad formal extravagante para que los déspotas mantengan sus privilegios y su derecho de pernada.

Si hay que jugar a este juego, deberíamos plantearnos jugar con todas las consecuencias, con las mismas trampas de quien crea las normas, las rompe o las cambia a conveniencia. Ir al fondo, acompañar a quien llora y matar a quien mata (incluyendo sus cercanos) ignorando las reglas de quien las ha creado para que nada cambie. Miedo por miedo.

Si Satanás significaba adversario en arameo, podríamos adoptar ese rol para luchar contra quien pretende someter a otros imponiéndoles alabanzas en oscuridad y obediencia, no siguiendo un tramposo modelo generado para su perpetuación, sino creando el propio.

O recordando el Superhombre de Nietzsche, tan intencionadamente tergiversado para evitar su entendimiento, en la búsqueda de ser más, de alcanzar todo el potencial y pasar de potencia a acto como sugería Aristóteles. Asumir la imperfección para ir perfeccionándose.

En definitiva, evolucionar de hombre a dios, por encima del bien y del mal y con la búsqueda de una libertad real, asumiendo que se puede ser más libre en la cárcel que en la cúspide de una pirámide empresarial.

Salud y libertad…

P.D: No me digas que no tienes curiosidad por saber cuántos juzgan y valoran sin haber entendido ni una sola palabra. Ya lo comentaremos. Un abrazo.

Deja un comentario

Archivado bajo Educar, Filosofía, General, Política, Psicología